Geografía y naturaleza de alta montaña
Territorio de bosques, pastos y roca
Geografía y naturaleza de alta montaña
Territorio de bosques, pastos y roca
No necesita Valdeón de monumentos
más allá de los Picos de Europa
«La luz se refleja en la pétrea caliza que ilumina el frondoso balcón. La música, en quietud sonora y dulce, viene dada por el regato orgulloso que surge de entre una peña cualquiera que no puede retener por más tiempo su anhelo de fluir.» Este recuerdo, imborrable, puede ser un ejemplo de lo que se queda en la memoria de quienes contemplan Valdeón, bien sea desde los miradores establecidos o en los descubiertos a iniciativa propia al explorar cualquiera de sus escarpadas laderas; y que proporcionan vistas irrepetibles.
GEOGRAFÍA Y NATURALEZA
El Valle de Valdeón
Rodeado de altas almenas y con sólo dos puertas de entrada, a través de los puertos de Panderruedas y Pandetrave, que constituyen los angostos accesos al valle a los que la nieve gusta de cerrar el paso durante una parte del año; Valdeón concentra a sus habitantes en pequeños pueblos agrupados en torno a Posada de Valdeón, excepto en el caso de Santa Marina de Valdeón y de Caín que aparecen distanciados a modo de singulares avanzadillas de observación.
En esta fortaleza natural, donde las peñas semejan torres -y nunca mejor empleado el término porque así se las denomina en León para distinguirlas de los «picos» asturianos y de las «peñas» cántabras-, los 2.642m de altura de la Torre del Llambrión en el Macizo Central de Picos de Europa se dibujan como la torre más alta del homenaje.
Franqueando los puertos
Cuando las entradas del puerto de Panderruedas y Pandetrave anuncian su altitud, 1.450m y 1.562m respectivamente, empieza a vislumbrarse la inmaculada escena del semejante anfiteatro grandioso que es el Valle de Valdeón.
Al franquear los puertos un enjambre de curvas se dirigen en acusado desnivel hacia el fondo del valle, pero nada excepto la niebla puede enturbiar la placentera sensación de estar descubriendo algo nuevo, en cada revuelta, siempre inédito y perennemente cautivador.
No se trata de un paisaje de montañas anónimas porque todas tienen nombre propio, ni en el valle se asientan pueblos entumecidos por la grandeza circundante, sino emporios auténticos de humanidad divinizada en gentes apegadas a una tierra, que se prolonga desde el valle hacia arriba, hasta casi alcanzar un pedazo de cielo.
El Valle de Valdeón
Rodeado de altas almenas y con sólo dos puertas de entrada, a través de los puertos de Panderruedas y Pandetrave, que constituyen los angostos accesos al valle a los que la nieve gusta de cerrar el paso durante una parte del año; Valdeón concentra a sus habitantes en pequeños pueblos agrupados en torno a Posada de Valdeón, excepto en el caso de Santa Marina de Valdeón y de Caín que aparecen distanciados a modo de singulares avanzadillas de observación.
En esta fortaleza natural, donde las peñas semejan torres -y nunca mejor empleado el término porque así se las denomina en León para distinguirlas de los «picos» asturianos y de las «peñas» cántabras-, los 2.642m de altura de la Torre del Llambrión en el Macizo Central de Picos de Europa se dibujan como la torre más alta del homenaje.
Franqueando los puertos
Cuando las entradas del puerto de Panderruedas y Pandetrave anuncian su altitud, 1.450m y 1.562m respectivamente, empieza a vislumbrarse la inmaculada escena del semejante anfiteatro grandioso que es el Valle de Valdeón.
Al franquear los puertos un enjambre de curvas se dirigen en acusado desnivel hacia el fondo del valle, pero nada excepto la niebla puede enturbiar la placentera sensación de estar descubriendo algo nuevo, en cada revuelta, siempre inédito y perennemente cautivador.
No se trata de un paisaje de montañas anónimas porque todas tienen nombre propio, ni en el valle se asientan pueblos entumecidos por la grandeza circundante, sino emporios auténticos de humanidad divinizada en gentes apegadas a una tierra, que se prolonga desde el valle hacia arriba, hasta casi alcanzar un pedazo de cielo.